Panamá para boomers 2: la costa del Caribe

Panamá es un país muy especial. Suficientemente tradicional y respetuoso con el paisaje para que no te encuentres ni un solo gran hotel fuera de Panamá Ciudad. Suficientemente abierta y moderna para que a un europeo le resulte cómodo y seguro viajar por su cuenta recorriendo el país. Nos hemos enamorado de Panamá, hemos pasado ya 8 semanas en 2 viajes en 2023 y 2024, y te lo contamos en cuatro episodios: Panamá Capital, Panamá Caribe, Panamá Pacífico y Panamá interior. Como decimos siempre, no esperes aquí una guía turística exhaustiva. Zona Boomer es una guía visual y subjetiva, te contamos lo que vemos y te decimos lo que nos gusta y lo que no. En este episodio te hablamos de la costa caribeña de Panamá, así que ten preparado el bañador y el equipo de snorkel.

 

Bocas del Toro

Bocas del Toro es la zona más turística de Panamá. No al estilo de Marbella o de Torremolinos, porque no hay un solo hotel grande y todos los alojamientos son de edificios locales rehabilitadas, pero está bastante lleno de gente, sobre todo los fines de semana. Es probablemente el único sitio turístico concurrido de todo Panamá aparte de la capital.

 

Bocas del Toro es un archipiélago de varias islas en el Caribe, al oeste de Panamá, pero también es el nombre de la ciudad que es la capital de la región. No tuvimos suerte con la capital, que estaba completamente patas arriba de obras y no apetecía recorrerla. Llegamos en ferry con nuestro coche alquilado desde Almirante, que es el puerto continental, y nos alojamos en unos bungalows al norte de la capital en la misma isla de Colón. (Red flag: llena el depósito del coche en Almirante porque en las islas no es fácil). Fuera de la capital no hay casi carreteras, todo son caminos, algunos complicados. Como teníamos un RAV4, nos aventuramos por los caminos que bordean la playa y por otro camino que cruza la isla por el interior. El recorrido por las playas es muy bonito, hay algunos chiringuitos donde puedes tomar algo, y en el extremo norte de la isla hay una playa donde abundan las estrellas de mar en el suelo, hay tantas que corres el riesgo de pisarlas cuando te adentras en el agua. Hay carteles que te advierten de no tocarlas, porque es un peligro para su supervivencia, pero aun así había gente que las cogía sin disimulo :S. En la capital puedes contratar un barco taxi que te lleve a cualquier punto de la costa o a alguna de las otras islas del archipiélago. Nosotros cogimos uno que nos cruzó a Isla Carenero, una pequeña isla justo enfrente de la capital Bocas del Toro que está llena de restaurantes.


El recorrido en coche desde Panamá ciudad hasta Bocas del Toro lleva unas 10 horas y tiene 2 partes: la primera es la “autopista” Panamericana hasta la ciudad de Chriquí (también la región se llama Chiriquí) cerca de la ciudad de David, que son unas 7 horas, luego y otra parte por la carretera local N10 hasta Almirante, que son unas 3 horas. En total son 615Km, así que ya ves que las velocidades no son las mismas que en Europa. La autopista cruza varias localidades, con sus semáforos y atascos. La primera vez que la hicimos nos cazaron 2 veces unos policías que se esconden en sitios estratégicos con un detector de velocidad de mano (!!!). Afortunadamente las multas no fueron muy altas, aunque nos multaron por ir solo 10Km por encima de la velocidad permitida. La segunda parte del recorrido, entre la localidad de Chiriquí y Almirante es una carretera muy bonita, y está rodeada de viviendas tradicionales de nativos que nos dieron la impresión de que vivían a medio camino entre su modo de vida tradicional y la civilización moderna. Vimos muchos microbuses escolares, convenientemente señalizados, que transportaban a los chavales de sus casas a los colegios. Al pasar cerca de los colegios había señalización abundante y policías para controlar la seguridad de los chavales. Nos dio la impresión de que todos estaban escolarizados.

 

La primera vez que recorrimos la Panamericana en dirección a Chiriquí, al llegar cerca de la localidad de San Juan, la carretera estaba cortada por un grupo de nativos en manifestación que demandaban al gobierno algo relacionado con la educación. Era cerca del mediodía, y la cosa se fue alargando con los coches completamente parados hasta bien entrada la noche. A eso de las 20:00 se acercaron unos chavales con unos palés que ponían junto al bordillo de la mediana para que los coches pudieran subir a la mediana y dar media vuelta (a nuestra altura la mediana afortunadamente era baja, ya que donde la mediana era alta era imposible hacer esto). Vi que los conductores les daban unos dólares por la ayuda, así que nosotros hicimos lo mismo y salimos en dirección contraria hasta encontrar un hotel donde pasar la noche. Por la mañana vimos que los nativos habían alcanzado un acuerdo con el gobierno y de madrugada la carretera se había abierto, así que continuamos nuestro viaje hacia Almirante.

Portobelo

Si has estado alguna vez en Londres te sonará la calle Portobello Road. Pues bien, el nombre viene de Portobelo, una localidad fortaleza que los españoles tenían en el Caribe para proteger la ruta que llegaba a Panamá y posteriormente a Perú. Por aquí circulaban la riquezas que el Imperio llevaba a España, y esta fortaleza fué arrasada varias veces por piratas financiados por la Corona Inglesa. Hoy día Portobelo es una pequeña y bonita localidad costera del Caribe donde se puede apreciar los restos de la fortaleza antigua, y tiene varios alojamientos junto a la costa desde donde puedes hacer excursiones en pequeños barcos locales hasta las islas de alrededor y a unos bonitos manglares próximos llamados Venas Azules. El barco te puede parar en diversos sitios para bañarte y descansar a la sombra de las palmeras. Nosotros nos alojamos y comimos muy bien en Casa Congo, que tiene su propio embarcadero y te facilitan las excursiones en barca. Pasear por Portobelo te mete en el Caribe más auténtico: vecinos viviendo con las puertas de sus casas abiertas, niños correteando y perros tumbados en mitad de la calle.

 

Además de las ruinas de los dos fuertes de Portobelo, el de Santiago y el de San Jerónimo, es recomendable visitar la antigua Casa Real de Aduanas, un bonito edificio colonial reconstruido recientemente y convertido en museo de la historia de Portobelo.

 

Cerca de Portobelo está Colón, la ciudad más grande de la zona. Muchos grandes cruceros hacen una parada en su puerto y lo único que verán sus ocupantes serán los grandes almacenes exentos de impuestos de la zona franca y un centro de Colón que está muy degradado, y se llevarán una idea de Panamá completamente equivocada.

 

Al lado de Colón están las esclusas de Gatún, la entrada del Canal de Panamá por el Caribe, pero de esto hablamos en el primer capítulo de esta serie dedicado a Panamá Capital y al Canal.


San Blas

La comarca Guna Yala (antes Kuna Yala) es una larga franja costera en el Caribe al este de Panamá, que está gobernada de manera bastante autónoma por los nativos de la etnia guna. No es fácil para los no nativos entrar por su cuenta en la comarca, ya que normalmente requieren a los turistas que entren con alguno de los agentes que ellos mismos autorizan. La única carretera de acceso está controlada, exigen los pasaportes a la entrada y una tasa turística.

 

En el extremo oeste de Guna Yala está el archipiélago de San Blas, al que se puede llegar en barco desde el embarcadero de El Porvenir. San Blas es un grupo de pequeñas islas paradisíacas en las que se podría grabar anuncios de ron en cada una de ellas: aguas increíblemente transparentes, palmeras al borde la playa, iguanas, peces de colores, tortugas, pequeños tiburones, corales…

 

Nosotros habíamos contratado una excursión de dos días desde Panamá Capital para cuatro personas. El chófer nos recogió de madrugada en nuestro apartamento y nos llevó hasta el embarcadero de El Porvenir, pasando los correspondientes controles de los guna. Allí subimos en un barco en el que íbamos en total ocho turistas más un guía más un piloto. Después de un trayecto de unos 45 minutos hicimos varias paradas en algunas de las islas de San Blas, donde estuvimos buceando y nadando entre tiburones, tortugas y todo tipo de peces en unas aguas transparentes y de temperatura caribeña. Nos sorprendió que las tortugas estaban acostumbradas a convivir con las personas, y se acercaban sin miedo: enormes tortugas de metro y medio de largas, con las que podías subir y bajar en el agua como colegas. Comimos en uno de los chiringuitos que había en las playas. La comida era pescado frito acompañado con algunos vegetales, que es la dieta básica de la zona junto con las langostas, que también te ofrecían en algunos de los puestos a precios no muy caros. Después de comer dormimos la siesta tirados en la playa a la sombra de las palmeras y en algunas de las hamacas brasileñas que suelen tener los chiringuitos de las islas.

 

Para pasar la noche, las agencias de los nativos suelen ofrecer alojamientos básicos tipo bed & breakfast, en casas adaptadas para alojar a los turistas, solos o en convivencia con los nativos propietarios de las casas. Nosotros pedimos alojarnos en unas cabañas tipo palafitos (es decir, cabañas elevadas sobre el agua) y nos arrepentimos. Nos llevaron a unas cabañas en la isla de Wailidup en un estado de mantenimiento lamentable: sucia, con unas camas cuyas sábanas llevaban tiempo sin cambiarse, las mosquiteras se te caían sobre la cara impidiéndote dormir y lo peor: una de las camas estaba llena de chinches y mi mujer y yo amanecimos con las piernas infestadas de picaduras mínimas que picaban muchísimo y que incluso nos produjeron algo de fiebre durante un par de días – chinches. Manteneros alejados de Wailidup. Otros familiares y amigos que durmieron en otros alojamientos de otras islas no tuvieron ningún problema y volvieron encantados.

 

De vuelta a Panamá Capital, al todoterreno en el que volvíamos se le rompió la caja de cambios nada más salir. Afortunadamente la solidaridad entro los agentes turísticos de los guna funciona bien y rápidamente nos reubicaron en otros coches que tenían plazas libres.

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