Oye, ¿y que tal si ponemos una ducha como si estuviéramos en la estepa africana, de esas que salen en Memorias de África que tiras de una cuerda y te cae todo el cubo de agua en la cabeza?
¡Genial! ¡Pongámoslo en todos los hoteles y apartamentos turísticos, José Luis!
Pero no estamos en Kenia, resulta que estamos en Palencia. Y así hemos terminado con esa porquería de duchas que no hay manera de controlar. Que para que no te destrocen la permanente tienes que hacer una contorsión que te deja la hernia lumbar lista para toda la semana, y que si el agua está fría o caliente tienes que saltar fuera de la ducha como una gacela hasta que la temperatura vuelve a la normalidad.
Ni se me ocurre a qué diseñador espabilao se le pudo ocurrir la idea de que a la gente le iba a gustar tener una ducha en su casa para figurarse que está en el Ngorongoro duchándose en pelotas tirando de una cuerda para que le caiga todo el cubo de agua en la cabeza como en las películas de Tarzán. Pero lo que ya me explota la cabeza es que los propietarios de los hoteles y los apartamentos turísticos hayan optado por instalarlos masivamente.
Por favor, que no estamos rodando Memorias de África, pónganos una ducha en la pared, no en el techo, que podamos dirigir donde queramos. Como hasta ahora. Como las que tenían nuestros padres y nuestros abuelos.