Querido joven español,
Te escribo estas líneas desde la tranquilidad de mi jubilación, pero también desde la preocupación de quien ve cómo muchos jóvenes —con razón o sin ella— han empezado a mirar con desconfianza el sistema público de pensiones. Te entiendo. Si yo tuviera tu edad y escuchara cada día que “no habrá dinero para pagar las pensiones”, también dudaría. Pero déjame contarte por qué creo que esa desconfianza es un error… y un riesgo para ti más que para mí.
El sistema público de pensiones español no es un invento cualquiera: es un pacto entre generaciones. Cuando yo trabajaba, mis cotizaciones no iban a una cuenta con mi nombre. Servían entre otras cosas para pagar las pensiones de mis padres y de tantos hombres y mujeres que levantaron este país en tiempos más duros. Ahora que yo cobro mi pensión, son tus cotizaciones y las de tus compañeros las que la hacen posible. Y cuando tú te jubiles, serán tus hijos o tus sobrinos los que te sostendrán. Es una cadena de solidaridad que nos une como sociedad. No es perfecta, claro, pero ha permitido que millones de mayores vivan con dignidad, incluso después de carreras laborales modestas o discontinuas.
A veces escucho que “más vale tener un plan privado, que ahí al menos el dinero es tuyo”. Pero, créeme, los mercados financieros no son más seguros que los institucionales. Las pensiones públicas tienen algo que ningún fondo privado te puede ofrecer: garantía estatal y justicia social.
- Si un fondo privado quiebra, pierdes.
- Si te quedas sin empleo, dejas de aportar.
- Si has tenido un sueldo bajo o precario, tus ahorros apenas crecen.
En cambio, el sistema público no te deja fuera, te protege incluso cuando la vida no ha sido justa. Es un sistema solidario: quien más puede, más aporta; y quien menos puede, también tiene derecho a vivir con dignidad.
No voy a engañarte: el sistema público tiene desafíos serios. Somos más mayores, nacen menos niños y los trabajos son más inestables. Pero la solución no es rendirse ni abandonarlo, sino adaptarlo y fortalecerlo. Si los jóvenes os alejáis de él, el sistema se debilita más todavía. Si lo apoyáis y exigís reformas sensatas —empleo estable, viviendas asequibles, políticas de natalidad, transparencia en la gestión—, seguirá siendo una base firme para todos.

He oído muchas veces esta frase: “yo tengo un salario bajo, arrastro contratos temporales y al final algún pensionista está cobrando mucho dinero”. Es legítimo que lo pienses. Y para que podamos hablar con datos, aquí tienes lo que dicen las estadísticas oficiales en España:
* La pensión media del conjunto del sistema público en marzo de 2025 era de aproximadamente 1.308,2 euros brutos al mes.
* La pensión media de jubilación (más de dos tercios de los pensionistas la reciben) era de unos 1.502,2 euros brutos en ese mismo mes.
* En el Régimen General (trabajadores por cuenta ajena) la pensión media de jubilación se sitúa en torno a 1.662,3 euros al mes, mientras que en el Régimen de Autónomos ronda los 1.007,1 euros al mes.
Lo que quiero que veas con esto es que no estamos ante pensiones disparatadas. Sí, hay pensiones mayores, si bien es cierto que se corresponden con cotizaciones también mayores, pero la gran mayoría no recibe una cuantía muy por encima de la media, y muchas pensiones están justo por encima o incluso por debajo de lo que muchos jóvenes aspiran a ganar hoy día.
Tu reclamación sigue siendo válida —claro que lo es—: la sensación de que “mientras yo gano poco, otro cobra mucho” alimenta la desconfianza. Pero también es importante ver el panorama completo: muchas pensiones están en la media que menciono, y la razón por la que algunos pensionistas reciben más responde a aportaciones mayores.
Permíteme ampliar un poco la mirada. No se trata solo de pensiones. La educación pública te formó, la sanidad pública te cura cuando lo necesitas, y el sistema de pensiones cuidará de ti cuando te retires. Los servicios públicos son la gran red invisible que evita que nadie caiga del todo. Cuando se privatizan o se desprestigian, el resultado es siempre el mismo: los que tienen dinero se salvan; los demás se quedan atrás. Y un país donde unos pocos se protegen mientras el resto se desampara deja de ser comunidad… y empieza a ser selva.
Lo que más me preocupa no es que falte dinero, sino que falte fe. Si los jóvenes dejáis de confiar en el sistema, dejáis también de sostenerlo. Y cuando eso ocurra, no solo se caerá el sistema de pensiones: se romperá el pacto social que mantiene unido este país desde hace generaciones. No te dejes llevar por cantos de sirena de otros que desde Andorra te dicen lo mal que se gestiona lo público. Ellos ya hace tiempo que dejaron de confiar en el sistema que ha hecho de Europa el continente con la mejor calidad de vida del Mundo: el estado del bienestar. Nuestro modelo a seguir no es EEUU, donde el 49 % de pacientes y supervivientes de cáncer dijeron que habían contraído deudas médicas relacionadas con el cáncer o donde el 69 % de los trabajadores encuestados creen que podrían trabajar hasta la jubilación y aun así no ahorrar lo suficiente para cubrir sus necesidades. Nuestro modelo a seguir es Europa, donde tener una enfermedad grave no te arruina y donde tu vejez no va a ser precaria.
Querido amigo, el sistema público no es un regalo del Estado. Es tuyo. Lo construyeron tus abuelos, lo mantienen tus padres, y su futuro depende de ti y de los que vengan detrás. No lo mires con resignación, míralo con responsabilidad. No se trata de confiar ciegamente, sino de participar activamente en mejorarlo. Porque si una generación decide mirar hacia otro lado, la siguiente ya no tendrá nada que mirar.
Con afecto,
Un jubilado