Sinopsis
Un viejo profesor de filosofía con un pasado inconfesable y unas ataduras presentes no menos oscuras forma parte de un grupo de ancianos que representan una rebelión. ¿Es un instigador? ¿Es un mero observador? ¿Forma todo parte de un plan, o nada es lo que parece y al mismo tiempo todo es peor? Jordi Ibáñez construye una enigmática historia de espías al servicio de Rusia en la Barcelona actual, con sujetos que juegan peligrosamente a ser lo que no son, con charlas crepusculares entre viejos agentes atiborrados de alcohol y mala conciencia, con alguna que otra monja planteando preguntas difíciles, con jueces adormilados, y con ese viejo filósofo lúcido y avergonzado de su pasado poniéndose discretamente al servicio de una jovencísima muchacha caída del cielo.
Este es un libro sobre las posibilidades que ofrece la vejez. El juego, el complot, la amistad, la conversación, el cuidado y los afectos liberados del deseo, la actuación —los viejos actores, los saltimbanquis resistentes— tejen el complejo tapiz de voces y saberes que el autor ofrece sin esquivar la cuestión más decisiva de todas: que envejecer es una oportunidad para asomarse al fin a la sabiduría.
Comentario
Lo confieso: no soporto que las editoriales me timen dándome una sinopsis que se parece al argumento del libro como un huevo a una castaña. Y eso es lo que pasa con Buenas noches, lechuza, que Tusquets nos lo vende como una novela de espías rusos ambientada en Barcelona, -no te digo ya Babelia, que dice que es una novela sobre cómo enfrentarse a la vejez con sabiduría- y resulta ser un pestiño infumable en el que casi ni se habla de espionajes ni de Barcelona ni de rusos. Eso sí, hay decenas y decenas de páginas con muy sesudas reflexiones e historias irrelevantes acerca de escritores, artistas, actores y otros personajes que no se conocen ni en su casa, ni son rusos, ni espías ni son de Barcelona.
No he llegado ni a la mitad. Pestiño.