Esta semana, hemos conocido la muerte de Gene Hackman. Para los que nos acercamos al cine en los 70 y los 80, era una imagen conocida, una presencia frecuente que disfrutamos plenamente en los 90. Cuando se proyectaban sus películas, antes de la era de las plataformas televisivas, acudíamos a verlas, conscientes de la calidad de su trabajo y de la de producción en que intervenía. La suya fue una vocación tardía: no se entregó a ella hasta los 30 años, y alguna vez declaró que una de sus inspiraciones fue el Marlon Brando de un Tranvía llamado deseo (Elia Kazan, 1951). Seguramente por eso sus primeras interpretaciones estaban ya cargadas de madurez. Es una opinión personal que no ofrecía una contundencia física en escena, a pesar de su estatura, pero sí cautivaba a la cámara, alternando la sobriedad gestual y emocional con lo más visceral y excesivo. Una calidad que avalan los directores que contaron con él como Penn, Coppola, Eastwood, Alan Parker; y sus 2 premios Óscar, 2 Bafta y 4 Globos de Oro.
Lo recordamos en el espontáeo, insolente y agresivo hermano de Clyde Barrow en Bonnie and Clyde (1967); la interminable persecución a pie y en coche, por la ciudad y en el metro de Nueva York, en French Connection (1971); rivalizando por dominar el arcén de carretera en Espantapájaros (1973), un canto a la independencia, la libertad y la camaradería; el paranoico investigador experto en grabaciones de La conversación (1974). No podremos olvidar sus duelos en Sin Perdón y en Rápida y mortal (1995), o la sobria convicción del compromiso con la verdad en Arde Mississipi (1988).
Sus actuaciones representan una generación, una época del cine centrado en los años 70 y 80. Pero fue brillante en algunos grandes clásicos ya de los 90 como su magistral presencia –y quien no- en la mencionada Sin perdón (1992). Su filmografía supera los setenta títulos en que fue militar, juez, gobernador, candidato a la presidencia, abogado, a veces corrupto…. Pero quiero dejar aquí una actuación breve y especial; un cameo cómico que merece la pena compartir, en el Jovencito Frankestein de Mel Brooks (1974):
Por muchas razones, eligió una discreta retirada hacia 2004, dedicándose entonces a escribir y a pintar. A finales de enero cumplió los 95 años así que había vivido una larga vida. Nos ha dejado un legado de interpretaciones magistrales. El cine, que nos ofrece vivir una fantasía durante un par de horas, nos seguirá engañando, permitiéndonos seguir viendo vivo a este gran actor, manteniendo un duelo en el oeste, persiguiendo a los delincuentes por Brooklyn, caminando por los arcenes de una América profunda, o luchando contra el racismo en Mississipi.
Un comentario
HAHAHA esta escena es mítica :)))))). Aunque no entiendo casi nada porque hablan con acento sureño fortísimo.
Otra escena que nos hizo reir a toda la familia era aquella de Superman en que se presentaba : «Soy Lex Luthor, el bandido más malvado de la Galaxia». Nos mondábamos de risa. También nos gustaba mucho su papel de abogado malo en «El Jurado», otro peliculón con John Cusack, Rachel Welsz y Dustin Hoffman.
Pero para mi la mejor sin duda, «Arde Mississippi».